Fragmento de texto escrito a pedido de la Asociación de Residentes y Posgrados de Medicina Familiar y Comunitaria, el 1º de octubre de 2010.
Se publica en homenaje al Profesor argentino Jorge Galperín cuya muerte nos entristece profundamente. Galperín será parte de la Historia de la Medicina Familiar y Comunitaria de Uruguay por siempre. La lámina que ilustra esta nota es un aporte suyo que atesoramos.
CARTA DE PUNTA DEL ESTE
Diciembre 13 de 1997.-
En el Primer Encuentro Regional de Residentes de Medicina Familiar y Comunitaria hemos tenido oportunidad de conocernos y de establecer un mecanismo inicial de comunicación.
Expusimos la realidad formativa y asistencial de cada uno de nuestros países o regiones.
Observamos diferencias y similitudes.
Coincidimos en aspirar a ser médicos con habilidades de prevención, diagnóstico precoz, tratamiento y recuperación de los problemas de salud más frecuentes en la práctica médica, buscando altos índices de resolutividad.
Este médico debe ser altamente calificado en la clínica, tener una visión comunitaria en su práctica, ser capaz de elaborar un perfil social, conocer profundamente la comunidad con la cual trabaja y desarrollar sus acciones basado en la evidencia científica.
Todo esto priorizando la relación médico-paciente concebida longitudinalmente.
Dado que encontramos problemas e inquietudes en común, nos comprometemos a dar continuidad y profundidad al intercambio que hoy comenzamos para fortalecer el desarrollo de la Medicina Familiar en el Cono Sur.
Médicos Residentes de Medicina Familiar y Comunitaria de Argentina,
Brasil (Rio Grande del Sur), Chile, Paraguay, Uruguay.
En Punta del Este en 1997 tuvo lugar el Primer Congreso de medicina familiar y comunitaria del Cono Sur. Fue una oportunidad fantástica para quienes empezábamos la aventura de la Residencia. Los cuatro primeros residentes de la especialidad en Uruguay, en ejercicio desde el mes de abril, nos reforzábamos con otros cinco que para diciembre ya habían ganado el concurso para ingresar en 1998. “R1” más “R0” (residentes de primer año y futuros residentes listos para ingresar) éramos entonces, menos de una decena.
El Congreso había sido organizado por la Sociedad Uruguaya de Medicina Familiar de entonces, la SUMEFA, y la región Cono Sur de la CIMF: Confederación Iberoamericana de Medicina Familiar, aún lejos de ingresar a WONCA, tan anglosajona, tan del norte.
Una anécdota no escrita aún, vivida en aquel congreso, es una postal que nos enorgullece.
Dirigía la Escuela de Graduados el Prof. Dr. Uruguay Larre Borges, expreso opositor a la medicina familiar y comunitaria (mfyc). A su favor tenía el hecho de no ocultar su posición. Entonces, con una calma pasmosa y una incoherencia descollante, proclamaba que la mfyc no era una especialidad. Nosotros, puñado de residentes sentados en el medio de la sala de conferencias, éramos una insignificante evidencia de lo contrario que molestábamos una y otra vez levantando la mano pidiendo respuestas que hacían que reiterara sus “verdades” fundadas en argumentos de lo contrario.
Las respuestas eran de una escena surrealista.
No nos intimidaba aquel hombre barbado y poderoso por apellido, especialidad y cargo de jerarquía. Sabíamos que estaba equivocado, teníamos el entrenamiento de la batalla dialéctica cotidiana ejercida con los pares de otras especialidades que no comprendían cómo estábamos haciendo una residencia de algo que no existía, y teníamos la certeza de lo que iba a venir.
¿Qué van a hacer cuando terminen la residencia? ¿De qué se van a recibir? ¿Dónde van a trabajar?
No nos asustaban. Tampoco el Profesor.
Aquel plenario terminó en un final jocoso y recordado. Jorge Galperín, profesor argentino (orginalmente cirujano, avenido a la educación médica, seducido luego por la medicina familiar), de porte pequeño, elegante, simpático, -ácido cuando había que serlo, pero sin perder la sonrisa nunca-, pidió la palabra y se adelantó al frente para intervenir, con total seriedad. Dijo:
“Voy a proponer que se tome el caso Uruguay para un estudio de casos y controles, porque es Uruguay el único país de América que no reconoce la Medicina Familiar y Comunitaria como especialidad, así que se puede comparar a Uruguay con el resto del continente.” La risa y el aplauso fueron cerrados. No fue necesario decir nada más, y Larre Borges supo que su discurso había terminado. Fue en su propia administración que finalmente la Escuela de Graduados debió reconocer y aceptar la Especialidad, aunque unos cuántos años después de aquel día de diciembre.
Bastantes años después, cuando fui a retirar el título de especialista a la ventanilla de la Escuela de Graduados, no pude menos que fotografiar el cartel que con naturalidad anunciaba las fechas de prueba final para algunas especialidades, entre ellas la medicina familiar y comunitaria, como si desde siempre hubiera estado allí.
Jacqueline Ponzo
Así se cuenta con sentimiento una historia que ahora parece ficción y que es necesario no olvidar.
ResponderEliminarLos detractores han sido mucho, pero la energía y trabajo de los impulsores ha podido mas. Este escenario actual era impredecible en el final de los 90.
Galperín fue uno de los que nos motivó a mantener las esperanzas. Venía de afuera, pero de un país cercano en el que existía la Medicina Familiar y Comunitaria como especialidad, como profesión, como un arte mas en la medicina.
Un apostata mas. Miguel Pizzanelli
Gracias Jacqueline por traer y compartir este hecho, nos hace muy bien a todos , a los que estábamos y a los que no, a veces nos pasa lo mismo que al cartel con las fechas de pruebas, nos parece que la MFyC siempre hubiera estado.
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